Planeta Clandestino celebra los 50 años de Sepulcro en Tarquinia con dos encuentros con Antonio Colinas en colaboración con el festival Escenario Vivo
El mítico poema ‘Sepulcro en Tarquinia’ de Antonio Colinas cumple 50 años, la Asociación Cultural Planeta Clandestino, 30, motivos más que suficientes para que Escenario Vivo celebre la palabra viva y organice un encuentro con uno de los poetas indispensables de nuestra lengua. Cada asistente al encuentro en la Biblioteca de La Rioja recibirá, de manera gratuita, un cuaderno poético con el poema (número 270 de la colección Planeta Clandestino). El acto será conducido por el poeta Alfredo Rodríguez y el editor Enrique Cabezón.
‘Sepulcro en Tarquinia’ está formado por un único poema – de más de 500 versos, sin apenas puntuación y dividido en secciones – en el que abundan las reiteraciones y sigue predominando lo visual. Esta minuciosa descripción, de carácter simbólico, tiene también destinatario. En él se emplean enumeraciones caóticas, fusión de lo rural antiguo con lo urbano moderno: «…después del huracán de las estrellas, / del otoño, con árboles de oro, / con torres incendiadas y columnas, / con los muros cubiertos de rosales / tardíos / y tú en aquel tranvía salpicado / a la orilla del agua por las barcas” junto a algún recurso surrealista: “con un sueño de potros… / con un nido de tigres… / con un hato de ciervos en los ojos”. El ritmo de cada verso individual es tan intenso como en el resto de la producción de Colinas, pero la cadencia general del poema se acelera o demora según falten o no los tiempos verbales, cambiando del paso al galope y viceversa. Todo el poema es un acto de nostalgia: el autor se traslada, mediante imágenes asociadas con plena libertad, a una época ya vivida. En ellas alude, fundamentalmente, a un pasado amoroso sin futuro: “debes saberlo ahora que recuerdas: / jamás llegará nadie a este lugar, / aquí nos trae el mar los peces muertos / y no hay más vida que la de las olas”.
Antonio Colinas nació en La Bañeza (León), el 30 de enero de 1946, ciudad con la que, a pesar de su trayectoria viajera, siempre ha seguido en un muy estrecho contacto. Poeta, narrador, ensayista, traductor, crítico literario, su obra ha estado siempre abierta a otras culturas, por lo que ésta posee un claro y profundo sentido de universalidad. A la vez, dicha obra siempre tiene sus raíces en su tierra natal. Fiel a la fusión -por él tan defendida siempre-, entre la experiencia de vivir y la experiencia de escribir, entre poesía y vida, su obra literaria no se podría explicar sin su experiencia vital, que pasa -como ha analizado muy bien el profesor José Enrique Martínez, autor de En la luz respirada, la edición crítica publicada en 2004 por la editorial Cátedra- por largas estancias en diversos ámbitos culturales, en los que ha aprendido y con los que ha dialogado, como el sur andaluz (Córdoba), Madrid, Milán (Italia), Ibiza (Islas Baleares) o Salamanca.