Los cuadernos de poesía Planeta Clandestino vuelan, el festival #agostoclandestino ha repartido más de 75.000 de ellos en su empeño de fomentar la lectura de poesía en la tierra del primer poeta conocido de nuestra lengua. Además, al tratarse de ediciones de 300 ejemplares firmadas y numeradas por el autor, no se reeditan. Entonces, ¿cómo dejar testimonio de la labor que se realiza? Los organizadores del festival lo tuvieron claro, los números centenarios de la colección serían antologías recopilatorias y extraordinarias. Así que, «Tan solo agosto sobre la tierra» viene a sumarse al ya publicado, número 100,«Aquel agosto de nuestras vidas y 100 balas de plata clandestinas» (Ediciones del 4 de agosto, 2012). Superar los 200 números editados (este #agostoclandestino se alcanzará el 256) es un hito en la edición independiente de poesía española, una aventura inédita hasta hoy en La Rioja.
Y a quién encontraremos en «Tan solo agosto sobre la tierra»: desde Arthur Cravan o Abelardo Linares a Enrique Villagrasa, de Miguel Sánchez-Ostiz o Marcos-Ricardo Barnatán a Rafael Azcona, de Neorrabioso a Pablo García Casado o Benjamín Prado, de Manuel Vilas a Raquel Lanseros o Julio Martínez Mesanza, de Mercedes Cebrián o Katy Parra a Martín López-Vega, de José Antonio Labordeta o Fernando Beltrán a Guadalupe Grande, de El Ángel o José Mateos a Lara Moreno o Martha Asunción Alonso, de Olvido García Valdés o David Gonzalez a Julieta Valero o Inma Pelegrín... Así hasta completar las 266 páginas del volumen que se repartirá de manera gratuita entre los asistentes al acto.
«Tan solo agosto sobre la tierra» cuenta con prólogos de Nacho Escuín y Adrián Pérez Castillo, responsable también de la selección de poemas. El propio Escuín escribe el prólogo: «supuestamente leer y la literatura nos hacen libres, y más felices y críticos, aunque esto a veces plantee obviamente una contradicción, pero ¿es libre el lector a la hora de elegir lo que lee? La pregunta tiene trampa ya que, en apariencia, el lector puede elegir entre los libros que habitan en las bibliotecas o que ocupan un lugar en las librerías y aplicar su criterio y sus deseos sin imposición alguna. Pero más allá de todo esto existe un condicionante significativo que marca toda esa cadena posterior que corresponde al lector. Ese a priori depende de la distribución y del mercado, y de los libros que se consideran adecuados para ocupar esos lugares en las librerías. Del mismo modo sucede con las revistas especializadas (o no) y los suplementos literarios y la selección de los libros que serán reseñados. Lamentablemente estos medios no pasan por su mejor momento y su credibilidad languidece al ritmo en el que desde las direcciones de los mismos se seleccionan libros para comentar bajo criterios que bien poco tienen que ver con la calidad y son más cercanos a intereses personales o mercantiles o al sempiterno ut et das de las narices.
Hay suplementos que no pagan a quienes reseñan los libros en sus páginas, hay otros que encargan las reseñas dependiendo del grado de cordialidad o afinidad que existe entre autor del libro y reseñista, incluso es habitual encargar la reseña de un libro a un autor de la misma editorial o de una línea editorial cercana. Habría que preguntarse también qué hace al reseñista realizarlo gratis para un medio que sí vende su producto, pero eso es harina de otro costal y abre un debate bien interesante sobre por qué hacemos algunas cosas a sabiendas de que lo que hacemos no está bien para el conjunto pero sí para los propios intereses. Todo ello con el mismo fin: hacer reseñas que están más cerca de la promoción o la difusión comercial que de la crítica literaria, que así es como supuestamente se llama y como se presenta ante los lectores.
Vivimos en un mundo en el que la ética simplemente se menciona para justificar o blanquear un comportamiento o unas actitudes precisamente poco éticas, y el resultado de esta falta de ética aplicada a la crítica literaria es más peligroso de lo que pueda parecer ya que condiciona el espacio que pudieran ocupar libros brillantes editados en editoriales pequeñas o que se empeñan en editar bien antes que en dorar la píldora a los críticos que se dejan. Es verdad que hay libros buenos en editoriales comerciales, pero también los hay regulares y horribles, del mismo modo que en editoriales independientes los hay. Pero una editorial determinada no hace mejor ni peor un libro a no ser que lo llene de erratas y plantee problemas de diseño irreversibles. Los problemas en la distribución no son del gusto de ningún editor y si estos se dan es por no tener la posibilidad real de llegar al mayor número de lugares posibles o de poder disfrutar de la utopía posible enunciada por Alfredo Saldaña, de ese lugar en el que todas las propuestas convivan en igualdad de condiciones. Lo sé, por eso es utópico, pero también merece el esfuerzo de todos para tratar de conseguirlo. Eso dice la Constitución, eso dicen los estatutos de autonomía, eso dicen todos los que supuestamente nos representan…
Hay verdades que no podemos tratar de hacer asumir por todos y hay bucles sin fin que plantean una difícil salida. Renegar del problema no lo soluciona, quizá haya llegado el momento de imponer también, por parte de quien hace la crítica, unos criterios correctores basados en la honestidad, y por parte de los poetas de tratar de entender que la crítica de un amigo, un afín o un compañero de editorial no hace mejor el libro (tampoco peor). Ningún poeta escribe un libro mejor por ser amigo o hijo de alguien, esas bondades solo forman parte ya de otras esferas públicas, políticas o reales. Del mismo modo hay que aceptar que el libro es el libro y está totalmente desvinculado de la impresión que tengamos del poeta en cuestión y este puede ser simpático, agradable, guapo, hosco, indolente o un cabrón, pero el libro está ahí y permanece ante el lector sin la necesidad de hacer valer esa impresión previa. El libro es el libro, queridos lectores. Ahí es donde se juega la verdadera partida, solos el lector y su libro con o sin información previa, con o sin reseñas que parecen loas escritas con un millón de motivaciones posibles bien alejadas del verdadero significado del arte de la crítica literaria. Al final siempre queda eso, esa relación íntima.
Hay espacios que sí han apostado por un posicionamiento ético y libre, hay lugares en los que el principio de igualdad no se puede interpretar según se mire, hay editores y gestores como los que aquí presentamos que han creído firmemente en que un poeta es igual a otro sea cual sea su trayectoria, su impacto mediático o su posicionamiento político. Ese lugar, ese parnaso, esa arcadia se llama Agosto clandestino y su brazo armado Ediciones del 4 de agosto.
A estas alturas, me imagino la vida como una carretera que se despliega frente a mis ojos y se pierde en unas montañas lejanas. Me parece infinita, y pierdo la vista en ella. En ocasiones es necesario mirar el tramo que hemos recorrido para poder afrontar el nuevo que se muestra ante nosotros. Merece la pena recordar el sendero recorrido antes de continuar en el camino.
Me sucede lo mismo con la poesía. De alguna manera la poesía es una forma de entender el mundo. Mi manera de concebirlo es aquella que tan bien despliega ante mí ediciones del 4 de agosto, libros y libros y más libros para leer a nuevos autores y leer a autores que ya conocemos aunque de otra manera, en otro lugar a veces (que diría David Mayor).
En esa carretera hemos recorrido ya un buen trecho juntos y 200 libros son testimonio de ello. Me gusta mirar al frente y pensar en lo que ha de llegar mientras paseo siempre por las calles con uno de los publicados en mi bolsillo».
